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martes, 5 de marzo de 2013

Los Santurrones Recalentados

Una nueva histeria religiosa al servicio del Orden Mundial

Dominique Guillet

Articulo 1 de une quadralogia denunciando el engaño del calentamiento global antropico.

Traducción de Mayra Marin y de François Aymonier

Muchas expresiones de los artículos de Dominique no se pueden traducir porque son juegos satíricos de palabras. Es el caso del titulo : "Les Caniculs-bénis", un juego de palabras con Santurrones y Canícula. Es también el caso de Global Warming (calor) y de Global Worming (gusano) o de Vert (verde) y Ver (gusano)

Global Worming: El gusano está en el Verde fruto

Debo reconocerlo, creí (un poco) en el recalentamiento climático antrópico diciéndome, sin reflexionar en ello mucho más, lo que se dicen muchos ecologistas: luchar contre el CO2, de todas maneras, equivale a cuestionar los fundamentos de la sociedad occidental mortífera y los perjuicios de la globalización.

Por otra parte, las ONGs institucionales de la contestación habían hecho de él su caballo de batalla; lo que se dicen muchos jóvenes militantes, sin pensarlo más. ¡Adelante juventud, al asalto de la petroquímica! Las primeras dudas metafísicas comenzaron a incomodarme cuando descubrí, en el Salón de la Agricultura-Automóvil de febrero 2007, el timo de los “bio-carburantes”, que yo llamaba en esa época los “necrocarburantes” [01] (inspirándome, claro está, en Jean-Pierre Berlan [02], gran experto en descifrar los fraudes semánticos). Las multinacionales del azúcar, de la petroquímica y de los constructores de automóviles, haciéndose los ingenuos, cantaban el himno de los agrocarburantes, que iban a participar en la lucha contra el recalentamiento climático y salvar el planeta, (sin competir con la producción de alimentos, lo juramos) de común acuerdo con un gran número de ecologistas. Algunos meses más tarde, se anunciaba el Grennelle (1) del Ambiente en los bajos fondos, malolientes de hipocresía y de mentira, en el cual, se extraviaron las organizaciones institucionales de la contestación: WWF, Greenpeace, Amigos de la Tierra y otras ONG miembros de la Alianza por el Planeta, una alianza más que blanda ¿necesitamos precisarlo? [03].

En esa época, había incluso escrito un pequeño artículo sobre la reconversión de todas las tierras agrícolas a la agricultura orgánica con el fin de fijar 3,7 toneladas de CO2, por hectárea y por año, y anular, así mismo, una gran parte de emisiones CO2 del parque automóvil. [04] ¿No venía de afirmar la FAO, en su simposio, que se podía alimentar a todo el planeta con la agricultura orgánica, sin poner en peligro el ambiente? Soñar no cuesta nada.

Desde ese entonces, me había callado, presionado por algunos amigos, para que no pusiera en duda el dogma absoluto del recalentamiento climático antrópico, en salsa CO2, con el fin de no incomodar la marcha ineludible de los ecologistas al Poder. Se trata de un nido de víboras, como lo atestigua la lucha encarnizada, y los muchos golpes bajos, que acompañan al reciente “impuesto al carbono” que sacudirá los fundamentos del paradigma Occidental tanto como un pedo de metano de bovino, ¡con perfume de soya quimérica! ¡En este ambiente histérico y dogmático, casi-religioso, ya no se sabe en cual mal san(t)o persignarse! No me extenderé sobre mi última misión en Nepal, en el mes de mayo pasado, cuando los ríos estaban completamente secos. ¿El recalentamiento climático antrópico es tan ardiente, en esa parte del mundo, que el agua de deshielo de los glaciares del Himalaya (presuntamente en disgregación catastrófica) se evapora incluso antes de que corra? Los viejos campesinos nepaleses afirman, por su parte, que nada ha cambiado y que el clima siempre ha cambiado. En pocas palabras, ¡El cambio climático! Los campesinos nepaleses, es cierto, no tienen el placer de dejarse tentar por algún señuelo (glaciar) con miles de millones de dólares al final, de subvenciones, para probar una correlación “científica” entre un incremento de la temperatura y un aumento (o pretendido aumento) del CO2 desde 1860.

 

Y además, hace unos días, a pesar del tiempo relativamente fresco para la temporada, mi sangre se calentó fuertemente cuando recibí el último libro de James Lovelock “The Vanishing Face of  Gaia” (El rostro desvaneciente de Gaia). James Lovelock, el otrora diseñador genial de la teoría Gaia, ya se había desviado fuertemente en su obra del 2006 “La Revancha de Gaia”. En este último título, Lovelock hace endosar a Gaia su catastrofismo apocalíptico, del cual sólo podremos protegernos, según él, por medio de la tecnología y de aún más tecnología. Las soluciones que James Lovelock propone son: la energía nuclear, las quimeras genéticas, la agricultura agresiva (porque, dice él, se ha exagerado mucho sobre los perjuicios de la agroquímica), la comida sintética (¿píldoras?), la hiperconcentración del urbanismo (¿campos de concentración?), etc., etc. James Lovelock está convencido de que el GIEC es manipulado (de lo cual nosotros también estamos persuadidos, ¡pero no en el mismo sentido!) y que la temperatura planetaria va a elevarse de 5 a 6 °C, de aquí al 2016-2020. Según James, no le quedará ninguna otra solución a la humanidad que la de ir a establecerse a los Polos. ¿Y por qué no, agregaría yo, domesticar a los osos, los pájaros bobos, las focas y los pingüinos, para practicar una agricultura polar? “sostenible”, ¡obviamente!

Hoy, una vez más, tengo la rabia a flor de piel, y aunque disguste al « conformismo » ecológico (o que se proclama como tal), me parece indispensable plantear algunas preguntas impertinentes, debido a la prioridad candente de esta lucha contra un pretendido recalentamiento climático antrópico. Todo lleva a creer, en efecto, que una gran parte de los ecologistas, y de los ciudadanos, es víctima de una enorme estafa pseudocientífica, mediática y semántica, que oculta, de manera bien orquestada:

1. La destrucción de la totalidad de la biosfera, y el envenenamiento de la humanidad, por parte de la mafia de la semilla, de la petro y agroquímica y de la farmacia; y todo esto desde hace más de 60 años, con la complicidad condescendiente de todos los Estados Occidentales.

2. La utilización de una panoplia de miedos instilados por los medios de comunicación masiva al servicio de las Autoridades: el miedo al terrorismo, el miedo a los anarco-autónomos, el miedo a la gripe porcina, el miedo al CO2, el miedo a las canículas… para promover su Nuevo Orden Mundial, el cual no es sino una sopa mal recalentada del anterior.

3. La imposición de nuevas cargas tributarias a los pueblos, mientras que la mafia continúa envenenando todo, polucionando todo, saqueando todo y acumulando los dividendos. Parecería que ya se ha borrado, de la memoria colectiva, el muy reciente y más grande atraco financiero del cual jamás haya sido víctima la humanidad: billones de dólares inyectados para la prosperidad del mundo financiero, los bancos, las aseguradoras…

A riesgo de repetirme, permítanme enumerar algunos hechos muy reales, que proceden de la vivencia planetaria cotidiana y no de la simulación de computadoras virtuales:

- Hoy, hay más de mil millones de seres humanos que no pueden comer lo suficiente.

- Todos los días, hay 35000 seres humanos, principalmente niños, que mueren de hambre: es decir, fallecen.

- Los suelos agrícolas están arruinados, muertos biológicamente, y según ciertos estudios, a un ritmo de 76 mil millones de toneladas de suelos erosionados todos los años, ya no habrá ni un solo gramo de tierra arable en el 2050.

- Hay 2600 millones de humanos que viven sin tratamiento de aguas residuales y 1300 millones de humanos que no tienen acceso al agua potable. Todos los años, 2 millones de niños de menos de 5 años mueren de enfermedades diarreicas, ligadas a la falta de agua potable.

- La biosfera está cancerizada, y una parte de la humanidad muere envenenada por los alimentos y los productos de la química, de la farmacia y de la agroquímica.

- 300 personas poseen tanto como los 3 mil millones de individuos más pobres del planeta: esos 3 mil millones de individuos viven con un dólar por día y quizás menos.

Estos hechos, que distan mucho de ser exhaustivos, en el catálogo de calamidades, ponen muy bien en perspectiva los peligros, reales o ilusorios, ligados a un aumento de la temperatura de 1 ó 2 °C: es decir, inciertas subidas de las aguas, un desplazamiento de refugiados “climáticos”, un ascenso de los viñedos franceses hacia el norte y otros epifenómenos, que el GIEC, y otros afiliados, nos prometen para mañana, para pasado mañana, para el 2050, o para el 2100…

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